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El Papa que llevó el ajedrez más allá de los Pirineos

 Retrato del Papa Silvestre II

( Autor: © Alejandro Melchor )

         En el encomiable trabajo de Helena M. Gamer “La evidencia más temprana del ajedrez en la literatura occidental – Los versos de Einsiedeln” (1954), esta autora situaba en el Monasterio de Einsiedeln, fundado por Otón I, la más inicial evidencia literaria del Ajedrez en el Occidente europeo (hacia el año 990). Evidencia perfectamente coincidente en la primera mención documental que encontramos precisamente en nuestra tierra con el testamento de Ermengol I Conde de Urgell entre los años 1008-1010, realizado con motivo de la campaña contra Al-Andalus de los condes catalanes. Ahora bien, la autora, observando ausencia de terminología sarracena en los versos alpinos, se decantaba más bien por una influencia de origen bizantino más que musulmana, que en todo caso hubiese podido llegar tanto por vía hispana como, preferentemente, itálica. Razonamientos que sin parecer definitivos, sí son ciertamente muy convincentes, así que parece que puede afirmarse que el Ajedrez aparece simultáneamente en los monasterios alpinos de la dinastía otoniana y entre la nobleza catalana. Incluso en el caso de que la influencia proviniera de más de una fuente, como podría parecer natural hablando de algo como un juego de mesa, la coincidencia no deja de ser notable. ¿Cuál podría ser la causa? Habría que ir más allá...

         Previamente, Helena Gamer, consciente de la posibilidad de una transmisión por vía musulmana, a la hora de buscar contactos germano-hispanos, lo encaró exclusivamente desde una óptica genérica entre las esferas culturales musulmanas y las germánicas, y por tanto, se limitó a recordar contactos anteriores al siglo X, como los de Juan de Gorze, embajador de Otón I en Córdoba en la década de 950 (Nota: en el excelente trabajo de Manuel Espinar puede verse la relación entre ambas figuras medievales, y el viaje de Juan a la corte del Califa, !una auténtica novela de aventuras!). Más aún, H. J. Murray en su “A History of chess” (1913) resume así la discusión filológica base de su Teoría: "La evidencia derivada de la nomenclatura fonética del ajedrez apunta al conocimiento del juego y sus tecnicismos en partes de la Europa cristiana fuera de la península Ibérica, ciertamente en una fecha anterior al año 1000 y probablemente antes también del 900". Y una vez más, incluyendo aquí la evidencia documental en la que otros se habían basado únicamente, continúa: "Los documentos contemporáneos establecen un conocimiento del juego en el sur de Europa a comienzos del siglo XI, pero la evidencia filológica requiere que ese conocimiento haya sido iniciado al menos un siglo antes”. Y desde un punto de vista geográfico indica que o bien la transmisión pudo darse en las escuelas arábigas de enseñanza en España, o entre la vida diaria por los intercambios sociales de ambas comunidades en los frecuentes períodos de paz acordados.

         En este último aspecto, la importancia de dichas relaciones, a través de embajadas, nunca ha sido suficientemente valorada, cosa que ha inducido a ver en la frontera entre Islam y Cristiandad una línea hermética infranqueable. Nos recuerda Pere Balañá (“L’Islam a Catalunya”, 2002) que en el año 971 había en el palacio califal de Córdoba cinco intérpretes mozárabes y –supone el autor–, que esta situación también se debía dar al revés en la corte condal de Barcelona. Se podría casi afirmar que en una de estas embajadas llegaría el ajedrez a Cataluña en forma de obsequio por parte de la corte califal, y a través, por ejemplo, del personaje que a continuación trataremos.

         La autora Helena Gamer omite la clara evidencia catalana de la persona que intrínsecamente permite ligar las dos apariciones más tempranas del ajedrez en Einsiedeln y Urgell, que no es otro que Gerbert de Aurillac, quien será conocido como Papa con el nombre de Silvestre II.

Vista de los Pirineos, frontera natural entre España y Francia

         Este monje francés (nacido hacia el año 945), conocido, como digo, por ser el futuro Papa del milenio Silvestre II el año 999, estuvo estudiando en su juventud en la Colegiata de Vic (Barcelona), bajo la tutoría de su obispo, Atón, y en el Monasterio de Ripoll (Girona) aproximadamente entre el 967 y 969 invitado bajo el mecenazgo del Conde Borrell II. Se cree posible que viajase Sevilla y/o Córdoba, y por lo tanto, entró en contacto con la ciencia árabe iniciándose en el estudio de la astronomía y las matemáticas (introdujo en la Europa cristiana el sistema decimal y el número 0) y es casi seguro que allí conoció también… el ajedrez. Tras marchar a Roma de peregrinación en el año 970, se instaló en la ciudad y pocos años después ejerció de tutor de los Emperadores Otón II y Otón III, a la sazón reyes del llamado Sacro Imperio Romano-Germánico (¡la dinastía otoniana antes citada!). Y esto nos lleva a una observación fundamental: a finales del Siglo X, justo cuando hay que pensar que el juego se debió de introducir en las costumbres de la nobleza, tenemos evidencia de que pudo haber un contacto entre catalanes y otonianos, y este es precisamente el caso de nuestro monje. Gerbert conoció de primera mano la nobleza catalana de finales de Siglo e hizo, como digo, de tutor de Otón III por encargo de su padre; conociendo su gusto por la lógica y la matemática (que como hemos dicho aprendió probablemente de los árabes en sus viajes a Al-Andalus y se llevó posteriormente a Ripoll), parecería que fuese una persona especialmente dotada para apreciar los beneficios del juego, más aún en su papel de tutor del heredero de la corona. Por si esto fuera poco, tenemos que precisamente Ermengol I de Urgell (legatario del primer documento conocido sobre ajedrez en la Península ibérica) e hijo de Borrell II (el mecenas de Gerbert), aunque nació cuando el monje ya había completado su instrucción con el obispo Atón en Vic y Ripoll, viajó dos veces a Roma (en 998 y 1001) para entrevistarse con el antiguo monje, que a la sazón era ya conocido como Papa Silvestre II; esto es, ambos mandatarios no sólo se conocieron, sino que !ambos sabían de la existencia del ajedrez por vías paralelas!. Así que Gerbert se relacionó directamente con el primer propietario conocido de un juego de ajedrez en Europa occidental y también con los rectores de la dinastía que promovía los monasterios donde aparecen las primeras menciones literarias. ¿Casualidades? o ¿Jaque mate?

     De hecho, la idea no es nueva, y ya fue planteada, aunque de forma muy breve, en 1985 por el historiador y Maestro Internacional de ajedrez inglés Richard Eales en su libro «Chess: The History of the game» -pág. 42-, y en trabajos posteriores por Hillary Svoboda  (en «The Chess Queen») y Betty Mayfield («Gerbert d'Aurillac and the March of Spain: A Convergence of Cultures“). En este último artículo se resalta que la intención de Gerbert en su estancia en Ripoll no fue otra que el estudio y traducción de importantes obras árabes que conservaba el Monasterio, principalmente de matemáticas, pero que, como se ha dicho, también pudo haber incorporado el uso del ajedrez en sus enseñanzas posteriores como exposición de la sofisticada educación nutrida en fuentes árabes e ibéricas (como, por ejemplo, en la tutoría de Otón III).

         Más aún, coincidiendo los mismos años en que el Ajedrez cruzó los Pirineos en busca de los monasterios alpinos, otro juego medieval se difundió de modo paralelo al nuestro: se trata de la “Rithmomachia”; así que ambos parecen estar íntimamente relacionados. El término “rithmomachia” proviene del griego “rhytmos” y “machia” que significa “batalla de los números”. Este juego abstracto y muy complejo -similar a los de la familia de Otelo o Reversi actuales-, que se jugaba en un tablero de 8x16 casillas, tenía una detallada base aritmética con progresiones geométricas. Gerbert, y otros monjes de la Alta Edad Media, consideraron, tal como he demostrado, que la numerología era de la mayor importancia, y extrajo los recursos intelectuales más ricos de su época. Impulsó el estudio del “quadrivium”, las cuatro disciplinas matemáticas: aritmética, geometría, astronomía y música en los monasterios y que junto con el “trívium” (gramática, retórica y dialéctica), constituían las “siete artes liberales”. La influencia de Gerbert y el “quadrivium” puso indudablemente la base para la creación de la “rihtmomachia”. Este juego “filosófico” se presentó a menudo en manuscritos de música, ábaco y computación, y conociendo la personalidad inquieta y científica de nuestro monje, es casi seguro que también lo conoció. En esos tiempos de moralidad y religión, los abades y tutores desafiaron su imaginación y creatividad para establecer juegos nobles e instructivos para los alumnos de las escuelas monásticas; la “rithmomachia” no era, así, un ejemplo aislado en esta etapa juguetona de finales del Siglo X.

         Como conclusión, encuentro personalmente muy delicado relacionar la introducción de un modismo, de una costumbre cortesana, a una única persona, y por eso como investigador y jugador de ajedrez, no puedo sino considerar los hechos conocidos y buscar explicaciones rehuyendo planteamientos tautológicos como coincidencias o casualidades. No tenemos pruebas específicas que nos relacionen a Gerbert con el ajedrez, eso es cierto, pero en el entendimiento de que a diferencia del juego de azar por excelencia, los dados, el ajedrez, es un juego estrictamente lógico, donde la suerte tiene poco que ver y las casualidades aún menos, tal vez fuera apropiado dejar de lado las creencias, y si al tirar la moneda salen más caras que cruces pensar -siguiendo a Guillermo de Occam- que la moneda está trucada...

Alejandro Melchor

(09 Diciembre 2017)

 

 

Un puzzle al que le faltan piezas

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