
Sin entrar en consideraciones personales sobre guerras,
conflictos armados y ocupaciones, cuya opinión me reservo, me limitaré a contar la historia de Rafael de
Valenzuela, cuyo valor histórico, necesario para conocer a la
persona que había detrás del ajedrecista, no se puede obviar.
Rafael de Valenzuela y Urzaiz nació el 23 de julio de 1881, en
Zaragoza.
Rafael siempre tuvo clara su vocación militar, ingresando en la Academia de Infantería el 29 de junio de 1897.
Tras unos años de intensa formación, abandonó la academia con
el grado de alférez.
Valenzuela era una persona culta que dominaba con soltura cinco
idiomas además del español (francés, inglés, alemán, griego
y latín). Y era un destacado jugador de ajedrez, cuyo alto
nivel quedó de manifiesto en distintas ocasiones, siendo uno de
los aficionados más fuertes de la capital aragonesa. No se sabe
cuándo conoció el ajedrez, pero no es descartable que fuese en
la academia militar (o que allí lo practicase con asiduidad),
donde el ajedrez era altamente valorado como una ayuda al
desarrollo de la estrategia.
El destino le condujo a África al ser destinado en Marruecos,
lo que marcaría su vida de forma profunda: siempre quiso
regresar allí como atraído por una potente fuerza magnética. En 1913, siendo ya capitán, volvió a solicitar acudir a
la guerra de Marruecos como voluntario, siendo destinado en el
Batallón de Cazadores de Barbastro. Era la tercera vez que
entraba en combate en aquella región. A las pocas semanas fue
herido en una refriega cerca de Tetuán y estuvo a punto de ser
hecho prisionero, incluso se llegaron a publicar rumores sobre
su muerte, un suceso que hubiese puesto fin a su historia de
forma prematura. Sin embargo, las heridas no eran de
consideración y pudo regresar a Zaragoza al poco tiempo.

Foto
de Valenzuela en su época de capitán, año 1913
Las cicatrices no impidieron que regresase a Marruecos y por su
desempeño en combate fue ascendido a comandante en 1914, con el nombramiento de Comandante de
Galicia. La vida castrense conducía a largas temporadas de
reposo, en las que regresaba a Zaragoza y en las que retomaba el
ajedrez, siendo uno de los socios del Grupo Ajedrecista,
llegando a participar en el encuentro por correspondencia que
enfrentó a este club con una selección de jugadores de París.
En 1919 fue ascendido a teniente coronel. Sin embargo, la guerra en Marruecos se alargaba demasiado y en España la
preocupación aumentaba, apareciendo un movimiento en contra de
la contienda, fundamentado en que ésta estaba desangrando al país
económicamente y en que se estaban perdiendo demasiadas vidas humanas sin ningún
sentido.
La importancia de Rafael Valenzuela fue creciendo sin parar, hasta el
punto de ser nombrado Jefe de la Legión en sustitución de su
creador, Millán Astray, en noviembre de 1922, tras la dimisión
de éste. La situación en la que se vio envuelto el teniente
coronel tras su nombramiento no fue sencilla, a Valenzuela le tocó lidiar con la revuelta del Rif,
una zona montañosa del norte de Marruecos cuyas tribus se
habían alzado en armas contra la ocupación española y francesa. La
revuelta real se produjo en 1921 y fue liderada por Abd el-Krim,
que tras lograr varias victorias que hicieron retroceder al
ejército español, declaró por su cuenta la República del Rif, un Estado
independiente.

Rafael
de Valenzuela y Urzaiz
En mayo de 1923 el propio Valenzuela llegó a la
zona del Rif y se desplazó al fuerte de Tizzi Assa, que estaba siendo
fuertemente asediado con la idea de evitar su abastecimiento. Para aliviar la presión
ejercida por las tropas del
Rif, el 5 de junio Valenzuela decidió tomar Peña Tahuarda, donde había una
fortificación natural clave. Durante la batalla la situación se tornó tan
complicada, que el propio Valenzuela decidió intervenir en el
combate: se cuenta que al grito de "¡A mí los valientes!
¡Viva la Legión!" Valenzuela encabezó el ataque, pistola
en mano, seguido
por toda su plana mayor. A pesar del éxito de la maniobra,
Valenzuela encontró la muerte entre aquellos barrancos y
quebradas tras recibir siete disparos.
Los legionarios consiguieron recuperar su cuerpo tras una
incursión realizada al día siguiente en una maniobra que
costó la vida a 40 soldados. Comenzó entonces un
largo viaje, siempre escoltado por sus tropas, que le llevó de
vuelta a España, primero a Málaga y posteriormente a Madrid,
llegando finalmente a Zaragoza acompañado en todo momento por
familiares y numerosas autoridades militares.
En Zaragoza, el traslado del cadáver de Rafael Valenzuela fue
acompañado por miles de sus paisanos y por tres Compañías del
regimiento del Infante hasta la llegada a su destino: la Basílica del
Pilar, lugar donde sólo eran enterrados miembros del clero...
salvo en esta ocasión.
BIBLIOGRAFÍA
Hemerotecas:
Diario
de Avisos de Zaragoza, Heraldo de Aragón, La
Crónica de Aragón, La Voz de la Región y El Noticiero
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