Nos
ha dejado Miguel Ángel Nepomuceno

( Autor: ©
Javier Cordero Fernández )
Estas son unas líneas que nunca quise escribir: el
17 de junio de 2022 nos dejó Miguel Ángel Nepomuceno.
Ese día Miguel Ángel pudo encontrar una paz que su
cuerpo llevaba meses negándole, aunque él no se quejase
e incluso continuase de forma tenaz con sus
investigaciones, demostrando hasta el último momento
quién era: una persona incansable que vivió su
profesión con pasión y dedicación.
Durante días no he tenido fuerzas para escribir sobre
él, sólo hoy he conseguido encender el ordenador y
teclear unas palabras que sean justas con su legado, con
su forma de ser. Miguel Ángel fue un investigador
sobresaliente, tocado por la varita de los que saben
escribir, sumó a ese don una meticulosidad ejemplarizante
a la hora de documentarse, haciendo que todo su trabajo
girase en torno a una sola cosa: LA VERDAD. Esa era su
obsesión: buscar la verdad allá donde se encontrase, sin
dejarse llevar por aristas superfluas que la pudiesen
contaminar. Y
en esa búsqueda incansable cimentó su forma de trabajar,
siempre intentando confirmar cada dato, aunque fuese
buscando en un número inagotable de fuentes sin importar lo lejanas y
secas que éstas pudiesen estar.
Movido por una pasión y una energía incontenibles, era
capaz de conducir cientos de kilómetros para acudir en
busca de un dato perdido o de alojarse durante días en un monasterio, en una precaria habitación, pagando
la pequeña suma que los monjes tuvieran a bien pedirle por la comida y
el alojamiento, para poder bucear en su biblioteca y encontrar algún dato que pugnaba por
permanecer obstinadamente perdido. Fue un descubridor y
con esos descubrimientos disfrutó como nadie.
Su determinación por incluir sólo lo verdadero en sus
escritos le llevó,
irremediablemente, a repudiar los numerosos trabajos sensacionalistas que siempre han proliferado en el mundo
del ajedrez, artículos y libros plagados de falsedades
sin confirmar que sólo buscan llamar la atención del
lector sin importar nada más. Y Nepo decidió convertirse
en el azote de este tipo de "periodismo" tan en
boga hoy en día, donde parece que lo único que importa
es la inmediatez, la rapidez en publicar una noticia.
Lógicamente, esto le granjeó algunas enemistades, fue el
precio que tuvo que pagar por guardar respeto a sus ideas
durante toda su vida.
Maestro
de ajedrez

Miguel
Ángel Nepomuceno durante unas simultáneas (León 1996)
Pero su primera pasión no se encontraba entre las letras
de una máquina de escribir, sino entre 64 casillas
blancas y negras: desde su niñez un tablero de ajedrez le
acompañó en sus ratos libres, dando muestras de un talento que le
llevó a ser uno de los jóvenes más prometedores del
país. Años después esa pasión le llevó a enrolarse en
ese selecto grupo de inquietos jugadores que recorrían el
país en la época de los primeros torneos abiertos allá
por los años 70, tiempos de estrecheces y apuros económicos
que se aliviaban, e incluso olvidaban, cuando el jugador
se sentaba ante un tablero de ajedrez. Sólo con mucha
ilusión pudo encarar ese tipo de vida, aunque de esas
experiencias sacó valiosas lecciones que le sirvieron
más adelante. Por el camino quedaron bellos recuerdos,
muchas victorias y alguna norma de Maestro Internacional.
En esa época su vocación
parecía encaminada hacia la Medicina, pero esto sólo fue
una etapa del camino, finalmente se vio seducido por el
mundo del periodismo de investigación y a él dedicó su
vida con la misma pasión que siempre le ponía a todo lo
que hacía. Persona de una cultura inacabable, amante de la música,
el cine, la literatura, el ajedrez, atesoraba una cantidad
de conocimientos que dejaba boquiabierto a cualquier
persona que hablase con él. Esta inagotable sed de
conocimiento le llevó a escribir sobre algo más que
ajedrez, tratando variados temas en sus artículos, desde
la música clásica a la cultura leonesa, pasando por
cualquier rama del arte. Sus investigaciones
llegaron muy lejos e incluso sirvieron para ayudar a las fuerzas del
Estado a
resolver algún robo relacionado con el mundo del arte.
Entre su amplio legado destaca el libro Lasker: el
difícil camino hacia la gloria, una obra
brillantemente escrita y documentada. Pero el mérito de
este libro va mucho más allá de lo que parece: Miguel
Ángel trabajó durante 15 años en su documentación y lo
hizo en una época en la que no existían las hemerotecas
digitales, por lo que no quedaba más remedio que buscar los datos página
a página en libros y revistas. Él siempre recordaba las
cientos de horas pasadas en la Biblioteca Nacional, donde
le conocían tan bien que solían saludarle a primera hora
de la mañana, mientras le traían una montaña de libros
y revistas, con las siguientes palabras: "¿Qué
tal ha desayunado hoy el Señor Lasker?". No
debió ser un libro fácil de escribir, tuvo que consultar fuentes
en diversas lenguas en una época donde no existían los
traductores online, pero por fortuna contó con la ayuda
de sus amigos, que siempre fueron multitud, como Ramón
Rey Ardid, que le ayudó con traducciones del ruso o del
alemán (en la siguiente foto podemos ver a ambos durante
el campeonato de España por equipos de 1976, en Zaragoza.
El paquete de documentos que hay en la mesa, contiene las
traducciones que Rey Ardid había preparado para Nepo):

Nepomuceno
(izda), con Rey Ardid
Sólo se puede concluir que el libro sobre Lasker es una
auténtica joya, hasta el punto de que varias editoriales han intentado
a lo largo de los años volver a publicarlo, pero a Miguel
Ángel no le convencieron las condiciones que le ofrecían
o, en otros casos, el trabajo que se quería hacer con su
obra (llegaron a plantearle publicarlo sin partidas, lo
cual es, desde el punto de vista ajedrecístico, una
atrocidad).
Pueden conocer muchos datos biográficos sobre Miguel
Ángel, tanto de su trayectoria en el ajedrez (con
partidas incluidas) como de sus otros trabajos en el
siguiente artículo:
Una
persona distinta al resto
Conocí personalmente a Nepo durante un torneo Magistral
de León, en el que pude pasar una tarde entera con él.
Fue agradable conversar con una persona con su bagaje, me
contó mil anécdotas y pude verle en su ambiente, su
querida León. Allí estaba a sus anchas, me llamó la
atención que era la persona más solicitada, todo el
mundo se acercaba a saludarle y tenía unas palabras de
cariño con él... lo que se siguió repitiendo incluso
cuando entró en la sala Viswanathan Anand, que había
venido de visita, aun con el revuelo que forma a su
alrededor un campeón del mundo, Nepo siguió siendo la
persona más demandada. Francamente, no era para menos, en
lo suyo creo que era el más grande.
Yo tuve la gran suerte de disfrutar de su amistad durante
varios años, en los que pude
conocer de primera mano sus hallazgos y las confidencias
sobre sus infinitos
proyectos futuros, para los cuales hubiese necesitado al
menos otras tres vidas... y no hubiesen sido suficientes. Y también tuve la suerte de
recibir sus consejos y, por supuesto, sus críticas
siempre constructivas de las que tanto pude aprender. A su constante ánimo debo el
haber dado el paso de publicar mi primer libro, proyecto que,
desilusionado, había decidido dejar encerrado en una
carpeta de mi ordenador. Él me animó a publicarlo y
vaticinó un éxito que finalmente terminó llegando. Además me honró con
uno de los prólogos más bellamente escritos que yo haya
leído, lo cual es un gran orgullo para mí. Por todo esto, mi
agradecimiento a su persona será eterno o al menos
durará hasta que yo permanezca en este mundo.

Miguel
Ángel durante unas simultáneas en Vigo ante 30
rivales
Personas como Miguel Ángel siempre se irán demasiado
pronto sin importar los años que vivan, simplemente
porque son irremplazables. El vacío que deja en la
investigación de la historia del ajedrez es tan grande
que no se puede expresar desde estos párrafos, los que le
conocieron lo saben bien.
Don Miguel Ángel
Nepomuceno Salcedo, le echaré de menos... y el ajedrez, aunque todavía no se haya dado cuenta, lo hará todavía más, mucho más.
Javier
Cordero Fernández
(22
Junio 2022)
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