Martín
de Ortueta, talento desapercibido

( Autor: ©
Javier Cordero Fernández )
La historia del ajedrez es caprichosa y suele reservar sus
mejores páginas para aquellos maestros que logran los
laureles del triunfo, condenando al olvido a muchos
ajedrecistas de gran talento a los que la suerte les fue
esquiva. Ese es el caso de Martín de Ortueta, cuyo nombre
es casi exclusivamente recordado por ser el jugador al que
Sanz inmortalizó en un final que ha trascendido al paso
del tiempo, sin prestar
atención a sus logros en el tablero y a la belleza que
supo plasmar en muchas de sus partidas.
Martín de Ortueta nació el 18 de Enero de 1901.
Falleció el 16 de Junio de 1994, en Madrid.
Como ya he comentado en alguna otra ocasión, en los años
20 la situación del ajedrez español era cuanto menos
precaria. Se organizaban torneos de forma esporádica y
existían muy pocos clubes, por lo que la actividad en el
tablero se daba en cafés y siempre de forma amateur y
muy desordenada, con una absoluta falta de organización.
En ese escenario, los ajedrecistas españoles no tenían
ninguna repercusión en el concierto internacional y se
limitaban a jugar siempre de manera local, lo que
dificultaba enormemente cualquier tipo de progresión.
Ortueta hizo su aparición en los tableros madrileños antes del comienzo de los años
20. Pronto demostró su talento, lo que le permitió
participar en el Campeonato de España de 1921,
competición que pasó a la historia por la visita del Rey
Alfonso XIII al torneo en la que llegó a jugar una
partida contra Manuel Golmayo. Ortueta tenía mucho que
mejorar y acabó muy lejos de los primeros puestos, que
fueron ocupados, como cabía esperar, por los hermanos
Golmayo: ver
detalles del campeonato y de la visita del Rey.
Y tras esta primera aparición, pasaron años sin que
el nombre de Ortueta apareciese en los medios... aunque
hay que decir que, ante la ausencia de competiciones, la
gran mayoría de ajedrecistas madrileños entraron en una
especie de limbo en el que permanecieron perdidos durante varios
años. De este modo nos vemos obligados a dar un gran salto en el tiempo
que nos lleva al año 1928, época en que el ajedrez
madrileño empieza a carburar tras pasar mucho tiempo
inactivo. Ortueta pertenecía a uno de los clubes más prestigiosos
de la ciudad: el Club de ajedrez Hijos de Madrid, y
enrolado en este equipo participó en un torneo pionero en
aquella época: la Copa de Casinos, competición por
equipos que pretendía dar la oportunidad de competir con
continuidad a
los jugadores madrileños. Hijos de Madrid finalizó en
segunda posición, a poca distancia del ganador, y Ortueta
tuvo una gran actuación al lograr 16 puntos en 20
partidas (siendo el tercer jugador más destacado de la
Copa): Ver
detalles del torneo.
Ese mismo año se jugó un importante torneo en Madrid con
vistas a seleccionar a los jugadores que participarían en
la Olimpiada de La Haya. Rey Ardid se encontraba cursando
estudios de Medicina en la capital, por lo que pudo
participar en el torneo... y vaya si su presencia se hizo
notar: venció contundentemente, cual Atila a lomos de su
caballo, logrando 13 puntos en 14 partidas (cediendo sólo
dos tablas). Ortueta estuvo a buen nivel, pero
empequeñecido por el coloso Rey Ardid: logró finalizar
en segunda posición, empatado con Carlos Rodríguez
Lafora, con 9 puntos. Julio Polanco finalizó cuarto con
8'5, puesto que ya no tenía premio en metálico.
Finalmente, la Federación decidió no tener en cuenta los
resultados del torneo y usó otros criterios para formar
la selección nacional... ¡dejando a Rey Ardid fuera del
equipo!

Martín
de Ortueta en 1929
El año 1929 trajo una buena noticia para el ajedrez
madrileño: Vicente Almirall se instaló en Madrid para
ejercer su profesión de Ingeniero, lo que fue todo un
soplo de aire fresco: Almirall, Sanz y Ortueta dominarían
los torneos de la capital en los años 30. Ese mismo año
el club Hijos de Madrid organizó un torneo social en el
que destacaron los nuevos valores (Sanz 2º, Almirall 3º
y Ortueta 5º), aunque fueron superados por un
representante de la vieja guardia: Agustín Gómez
Torresano obtuvo el primer lugar tras una gran actuación
en la que sólo cedió dos tablas y dos derrotas (ante
Ortueta y Sanz) en 16 partidas: ver tabla del
torneo. Los
jóvenes pugnaban por desbancar a los viejos lobos de los tableros
madrileños, como Julio Polanco, Luis Talavera o
Abelardo Bretón, pero de momento éstos resistían las
acometidas que llegaban desde distintos frentes.
1929 fue un año movido en el ajedrez español, en
Barcelona se organizó un importante torneo internacional
y en las ciudades más destacadas se pusieron en marcha
torneos clasificatorios. A Madrid se le otorgaron cuatro
plazas y dos de ellas se decidieron a través de un torneo
(las otras dos fueron otorgadas a Gustavo Navarro y
Agustín Gómez), por lo que la lucha fue terrible en busca de poder
competir, ni más ni menos, con Capablanca o Tartakower.
El primer puesto fue para Almirall y el segundo para
Ortueta, Sanz fue tercero y tuvo que asumir que no
acudiría a Barcelona. Este fue el primer gran éxito de
Ortueta en el tablero... aunque no sería el último.
En Barcelona, Ortueta no se amedrentó ante la importancia
de la cita. Veinte fueron los jugadores de toda España
clasificados para la fase previa y a la ciudad condal acudieron
para pelear por las 4 plazas disponibles para el torneo
internacional. Esta fase previa fue realmente extraña y
enrevesada, contando con 3 partes: en la primera fase se
eliminó al último clasificado de cada uno de los 4
grupos, en la segunda se clasificaron los dos primeros de
cada grupo y en la última se clasificaron para el torneo
internacional los dos primeros de los dos
grupos que aún quedaban en pie. Ortueta superó sin dificultades la
primera fase, pero fue eliminado de forma polémica en la
segunda: encuadrado en el grupo D, se produjo un triple
empate en cabeza entre Ribera, Font y Ortueta; al no haber
tablas y haber vencido los 3 jugadores a De Lema, no
había forma lógica de realizar un coeficiente de
desempate, por lo que se debería haber jugado un torneo
triangular de desempate. Sin embargo, la organización
decidió utilizar los resultados de la fase anterior:
Ortueta 2, Font 2'5 y Ribera 3. ¿Dónde reside la
injusticia? Parece bastante arbitrario tomar los
resultados de una fase en la que se eliminaba un sólo
jugador de 5, ya que la estrategia a adoptar pudo ser
conservadora al no estar los jugadores obligados a luchar
por los primeros puestos. Además, todo resulta muy
relativo, ya que la fuerza de los distintos grupos era
desigual. Sea como fuere, Ortueta perdió una de las
grandes oportunidades de su vida y parece que lo hizo de
forma no demasiado justa. Podéis consultar los resultados
de la fase previa del torneo en: Previa
Barcelona 1929.
Ortueta cerró el año disputando un match triangular
de carácter amistoso contra José Sanz y Enrique Lacasa
con unas decenas de pesetas en juego. Esta formula era
bastante habitual, se cruzaba una pequeña apuesta entre
los participantes para dar competitividad al juego. El encuentro
se fue jugando durante el mes de Octubre, aunque no se
conocen los resultados del mismo.
De este modo, entramos en los años 30 con grandes cambios
en el ajedrez madrileño: nace el Club de ajedrez Madrid,
que aglutinaría a los jugadores más importantes de la
ciudad. Su sede, situada en el edificio del Círculo de
actores (Príncipe, 27), se encontraba abarrotada al
atardecer, justo al finalizar la jornada laboral,
prolongando sus sesiones hasta bien entrada la noche. En
sus 13 mesas se concentraba una actividad frenética;
siempre ocupadas, los mirones las rodeaban tratando de que
ninguna jugada escapase a sus ojos, comentando cada lance
del juego, lo que creaba una curiosa atmósfera, entre
silenciosa y agitada, que sólo se puede dar alrededor de
unos tableros de ajedrez. Los Sanz, Llorens, Cadenas,
Almirall, Kern, Añón o el propio Ortueta jugaban
partidas amistosas, se lanzaban constantes retos o
analizaban posiciones sin cesar. El presidente del club,
el Sr. Sánchez Pérez, tuvo gran parte de culpa en el
incremento de la actividad en los tableros madrileños. El
club cambiaría su nombre a 'Casino Militar' en Enero de
1933, al fusionarse con el Centro Cultural del Ejército y
de la Armada, y empezar a utilizar sus instalaciones.
Ortueta solía jugar multitud de partidas amistosas con el
jugador sevillano Ramón Berrones. Berrones era un
ajedrecista que no temía las complicaciones tácticas, por lo que las
partidas entre estos dos jugadores solían ser muy
interesantes. Finalmente decidieron disputar un match
individual con un pequeño premio en juego, el cual fue
ganado por Ortueta por 4-2. Ortueta estaba muy involucrado
en el funcionamiento del nuevo club, siendo vicepresidente desde
1932.
Un
estilo de juego que convivía con el riesgo

Antes de seguir repasando el paso de Ortueta por los
torneos madrileños, hemos de hacer un alto para
profundizar en su forma de jugar, la cual está íntimamente
ligada a sus resultados. Y es que Ortueta pertenece a ese
reducido grupo de jugadores tácticos, ajedrecistas que
necesitan posiciones complicadas para desarrollar su
juego, siempre buscando el caos para dar rienda suelta a
una creatividad que es su seña de identidad. Un rápido
vistazo a las partidas de Ortueta confirma esta
afirmación: jugadas arriesgadas, combinaciones y juego de
ataque son su legado cuando se sentaba ante un tablero de
ajedrez. La realidad es que Ortueta nunca se preparó
adecuadamente a nivel teórico, siempre declaró que no
disponía de tiempo para ello debido a su trabajo, por lo que
su juego siempre estuvo lastrado por este hecho, teniendo
que invertir demasiado tiempo en improvisaciones durante
la apertura.
Suyas eran las
partidas más interesantes en los torneos madrileños, al
menos las más entretenidas, ya que en ellas se veían
planes arriesgados, jugadas audaces y luchas que podían
decantarse para un bando u otro. Enemigo de las tablas,
siempre buscaba el más mínimo resquicio para seguir
exprimiendo una posición, lo que en ocasiones le costaba
el punto por tomar excesivos riesgos. Ortueta basaba parte
de su juego en la inspiración, invertía poco tiempo en
meditar sus jugadas, sobre todo cuando llevaba la
iniciativa... parecía sentir las combinaciones:
Los
años 30, tiempo de crecimiento

De
Ortueta vs Oscar Blum, año 1936
En los años 30 el cielo comenzó a abrirse y el número
de torneos de ajedrez fue en aumento, sobre todo gracias a
la llegada de algunas figuras internacionales que pasaban
unas semanas en el país. Los torneos sociales del Club de
ajedrez Madrid fueron dominados con claridad por Almirall,
Sanz y Ortueta, que habían desplazado con claridad a los
jugadores más veteranos. Sin embargo, los triunfos se los
fueron repartiendo Almirall (ganador en 1930 y 1932)
y Sanz (ganador en 1931 y 1933).
Ortueta siempre se quedaba cerca de lograr su primera
victoria en un torneo, pero nunca lo conseguía, en
ocasiones debido a derrotas inesperadas motivadas por los
riesgos que solía asumir en muchas de sus partidas. El
ajedrez táctico da victorias muy satisfactorias por su
componente de belleza, pero también dificulta tener unos
resultados consistentes.
En el torneo social de 1933 Ortueta estuvo muy cerca de su
primer triunfo. Tras dominar con claridad la fase previa,
logrando 9'5 puntos en 10 partidas, era el gran favorito
de cara a la final... sin embargo, un mal comienzo lastró
su juego y fue incapaz de remontar dejando pasar una gran
oportunidad: ver
resultados. Sin embargo, Ortueta se
encontraba en el mejor momento de juego de su carrera y
encaró con optimismo la siguiente prueba: el Torneo
handicap del Club de ajedrez Madrid, competición por
eliminatorias entre los jugadores de 1ª, 2ª y 3ª
categoría del club, recibiendo ventaja los jugadores que
se enfrentaban a rivales de categoría superior. Ortueta
fue eliminando a un rival tras otro hasta plantarse en la
final, en la que le esperaba José Sanz Aguado... y tras
muchos años peleando, nuestro protagonista logró su
primer triunfo en un torneo al superar con claridad a
Sanz.
El buen momento de Ortueta tuvo continuidad en el
siguiente torneo, una competición organizada para incluir
la
participación de Andor Lilienthal, que se encontraba
durante unas semanas en España. Los jugadores y
aficionados disfrutaron enormemente con la visita del
maestro húngaro, con el que pudieron jugar multitud de
partidas amistosas, en simultáneas y para finalizar,
viéndole en acción en la seriedad de un torneo, una
actividad frenética que podéis conocer en el artículo: el
paso de Lilienthal por España. Lilienthal ganó el
torneo con facilidad al vencer a todos sus rivales y
Ortueta fue el primero de los mortales tras firmar un gran
torneo con 4'5 puntos en 6 partidas: ver
tabla. Ortueta se encargó de demostrar que
este resultado no había sido una casualidad sólo unos
meses después: en un nuevo torneo internacional, en este
caso organizado por la llegada de Aristide Gromer a
Madrid, tuvo la mejor actuación de su vida y rozó con
los dedos un triunfo de gran importancia. El torneo para
Lilienthal se organizó con prisas, lo que hizo que fuese
una competición a nivel local. Este nuevo torneo internacional
tuvo otra dimensión: contó con Golmayo (que no se
prodigaba demasiado en el tablero en aquella época), con
los jugadores madrileños más destacados e incluso con
Antonio Rico y Maristany. Ortueta volvió a mostrar su espléndido
momento de juego con un comienzo fulgurante: 7 victorias
en las 7 primeras rondas. En la octava ronda se enfrentó
a Aristide Gromer y logró una posición ventajosa... el
torneo estaba en sus manos, pero un error de bulto,
dejándose una torre, permitió la victoria de Gromer y
que el francés entrase en la lucha por el primer puesto.
Finalmente, tras una gran batalla, Ortueta logró
finalizar en 2ª posición por detrás de Gromer, pero
empatado a puntos con el ganador final. Sin duda fue su
mejor actuación y una prueba del gran nivel que llegó a
alcanzar un ajedrecista al que el paso del tiempo no ha
tratado de forma justa: Ver
resultados del torneo.
Los números de Ortueta durante esa época son
sorprendentes: entre 1933 y 1934 llegó a encadenar una
racha de resultados extraordinaria: 31 victorias, 2 tablas
y sólo una derrota, lo que le situaba, sin lugar a dudas,
en la vanguardia del ajedrez madrileño y le colocaba como uno de los maestros más destacados del país.
Tampoco se puede dejar de mencionar las 3 partidas que
jugó con Alekhine en distintas simultáneas disputadas en
1935: Ortueta logró derrotar al campeón del mundo en una
de ellas (Alekhine no digirió bien la derrota y se negó
a estrechar la mano que Ortueta le ofrecía, dando un
manotazo al tablero que provocó que una torre blanca y
dos peones negros volasen por la sala de juego) y las
otras dos finalizaron en empate. Ese mismo año logró
finalizar segundo en el I Campeonato de Castilla o de la
Región Centro, competición nuevamente dominada por
Almirall, Sanz y Ortueta, donde el primero mostró un
juego superior: I
Campeonato de Castilla 1935. A
continuación pueden consultar el palmarés completo de
Ortueta, así como una base con sus partidas:
57
partidas de Martín de Ortueta |

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Palmarés
de Martín de Ortueta |

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Recordado
por un brillante final... de otro jugador

José
Sanz Aguado
Por desgracia, Martín de Ortueta no es recordado por sus
buenas actuaciones o sus partidas brillantes. El destino
ha querido que su nombre sea conocido por uno de los
finales más famosos y reproducidos de la historia del
ajedrez, una serie de sorprendentes jugadas que han sido
publicadas en multitud de libros y revistas. Pero este
bello final está rodeado por la polémica, sus orígenes
no están del todo claros y han aparecido varias versiones
casi idénticas. En el artículo sobre Sanz Aguado reuní
todos los datos que se conocen sobre el final de la
partida Ortueta-Sanz: Un
final rebosante de belleza.
Al igual que Kieseritzky ha vivido siempre a la sombra del alto y frondoso
árbol de la Inmortal, lo que ha hecho que su talento haya quedado
sepultado bajo su peso, Ortueta ha
vivido siempre condicionado por el brillante final que aparentemente jugó contra Sanz y en el que fue inmortalizado por el ingenio de su rival.
Resulta curioso que la partida Ortueta-Sanz haya unido a
ambos jugadores. Uno era la antítesis del otro, tanto dentro como
fuera del tablero. Sanz era un estudioso del ajedrez al
que no le gustaba tomar excesivos riesgos en sus partidas;
de ego sin igual y de carácter complicado, tuvo algunos comportamientos
cuestionables que demostraban que para él el fin
justificaba los medios. En cambio, Ortueta fue un jugador
que siempre descuidó su preparación y no parecía
demasiado preocupado por ello, fiando todo a su talento
táctico; como persona fue opuesto a Sanz, de
comportamiento intachable, fue un auténtico
caballero que siempre respetó a sus rivales y tuvo
varios gestos destacables durante su carrera que demuestran
unos valores que estaban muy por encima de la victoria.
Realmente ambos fueron un nítido reflejo de su
época, el reflejo de una sociedad que estaba cambiando
desde sus mismos cimientos hacia un mundo cada vez más
materialista, con personas que se resistían con
determinación a ese cambio y otras que decidieron
aprovechar la oportunidad.
Ortueta representaba el amor por lo clásico, por los
valores caballerescos, con una forma de pensar donde no
todo servía para lograr un objetivo. Sanz era lo
contrario, encarnando esa nueva generación en la que el
materialismo se iba imponiendo. Este cambio se vivió intensamente en el
mundo del ajedrez, en el que aún campaban "extraños"
paladines que añoraban los tiempos clásicos, los cuales
se fueron sintiendo arrinconados ante el cariz que tomaban
los acontecimientos y el cambio drástico de los valores
que imperaban sólo unas décadas atrás.
Un
final que llegó demasiado pronto

La Guerra Civil española trastocó la vida de millones de
personas y ningún rincón de la sociedad estuvo a salvo.
El ajedrez fue sacudido con fuerza y tardó años en
retomar un ritmo normal: después de un conflicto, la vida
trata de regresar a la normalidad, aunque lo hace
lentamente, con precaución; algo así ocurrió en el
ajedrez donde el juego se refugió en los clubes y sus
pequeñas competiciones. El rastro de Ortueta tras la
guerra reaparece en un torneo celebrado en el Centro
Cultural del Ejército y la Armada, en el cual logró
finalizar en tercer lugar, aunque sin opciones de luchar
por el primer puesto: Ver
tabla.
Para Ortueta la
guerra supuso el principio del fin de sus vivencias en el
tablero. A pesar de algún buen resultado en estos
primeros años de posguerra, Ortueta fue perdiendo la
energía y el nivel de juego que demostró a mediados de
los años 30. De este modo, empezó a participar cada vez
en menos torneos, para competir de forma esporádica desde
1945 y desaparecer del panorama ajedrecístico madrileño
en 1950. No cabe
duda de que tenía categoría suficiente para haber
seguido compitiendo, su segundo puesto en el campeonato de
Castilla de 1942 así lo demuestra (también fue 4º en
1943), pero parece que la ilusión no era la misma y la
aparición de nuevos valores relegó a un segundo plano a
los jugadores veteranos, por lo que Ortueta decidió dar
por finalizada su experiencia ajedrecística, la cual
siempre estuvo enormemente lastrada por su vida laboral.
Su despedida del ajedrez serio se produjo en un nuevo torneo
internacional que, como no, fue jugado en Madrid. Allí
tuvo la oportunidad de volver a jugar contra Alekhine y
también con el suizo Max Walter, así como con los
jugadores madrileños más destacados. Alekhine se llevó
el triunfo con soltura, mientras Ortueta tuvo una
actuación irregular, siendo incapaz de vencer a ningún
jugador de la parte alta de la clasificación, aunque logrando un resultado
honroso: 4'5 de 9. Así discurrió el último
torneo de Ortueta. Tras esto jugaría
algún torneo de forma local, como el campeonato del
Casino Militar de 1948 (que curiosamente ganó, empatado
en cabeza con Esteban con 14 puntos, aunque el nivel del
club no era muy alto). Ortueta aún jugaría el
Campeonato de Castilla de 1950 (finalizó en 6º lugar con
6'5 puntos de 11, a 3'5 puntos del ganador, Pomar: Ver
tabla), aunque se encontraba en
una situación de retiro casi absoluto y su alejamiento del
ajedrez ya era irreversible.
Para juzgar el paso de Ortueta por el mundo del ajedrez no
hay que olvidar que se trataba de un jugador aficionado
cuya prioridad en la vida no era el ajedrez. De hecho,
Ortueta sólo participó en un torneo fuera de Madrid a lo
largo de toda su carrera, lo cual es muy significativo si
se tiene en cuenta que fue uno de los jugadores más
fuertes del panorama nacional a mediados de los 30. Su
historia es el fiel reflejo del ajedrez de aquellos años,
aficionados que sentían una gran pasión por el ajedrez,
deporte que practicaban a pesar de las dificultades que
tenían que afrontar para poder hacerlo. Ortueta se fue para no volver, su
nombre desapareció con rapidez y, por desgracia, no
volvió a ser recordado. Ortueta no abandonó el ajedrez
por problemas de salud, de hecho llegó a conocer los
"tiempos modernos", ya que falleció en 1994. En
todos esos años, casi 50, nunca regresó a los tableros, su legado,
en forma de belicosas partidas, ya estaba preparado desde
los años 30... tal vez no necesitó volver.
Javier
Cordero Fernández
(14
Junio 2018)
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