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Adolfo del Pozo Velasco, una vida de claroscuros

( Autores: © Andrés Martín, Eduardo Scala y Javier Cordero )

        El tiempo, con su implacable paso, lo borra casi todo haciendo desaparecer los recuerdos y a las personas. Pero precisamente desde estas páginas buscamos combatir a ese paso y hoy lo haremos recordando la figura del ajedrecista madrileño Adolfo del Pozo Velasco, un jugador que no fue capaz de desarrollar el inmenso potencial que tenía cuando se sentaba ante un tablero de ajedrez. Por desgracia, fue él mismo el que, probablemente sin ser consciente de ello, fue malogrando su don poco a poco.

        Del Pozo fue un jugador de calidad contrastada y probada en multitud de ocasiones ante rivales de entidad. Sin embargo, sus resultados nunca fueron deslumbrantes ni acordes a su capacidad, la cual fue reconocida por sus propios compañeros de tablero; desde este artículo, que consta de tres partes, trataremos de mostrar el por qué de esta situación contradictoria.

        A continuación pueden leer dos artículos escritos por dos ajedrecistas madrileños de los años 60: Andrés Martín, jugador del Don Bosco, y Eduardo Scala, poeta, artista y efímero ajedrecista (abandonó los tableros en su juventud orientando su vida en otras direcciones) que creo no necesita presentación dentro del mundo del ajedrez. Ambos mantuvieron una buena amistad con Del Pozo, por lo que su testimonio nos ayudará a conocer la figura de nuestro protagonista. Por último, pueden conocer su biografía ajedrecística, no demasiado extensa debido a los pocos datos que quedaron publicados, escrita por un servidor:

  
Adolfo del Pozo Velasco (por Eduardo Scala)

Una vida en blanco y negro (por Andrés Martín)

Un tablero de cristal

(Por Javier Cordero Fernández)

        Existe un rincón del ajedrez que siempre ha estado muy concurrido, es ese reservado a las figuras olvidadas. Tantos y tantos jugadores anónimos, algunos verdaderamente talentosos, que compitieron de forma local y esporádica ya que la vida les empujó en otras direcciones o se vieron obligados a atender otras obligaciones lejos de los tableros. Allí se encuentra nuestro protagonista de hoy: Adolfo del Pozo Velasco, un jugador cuyo nivel tal vez hubiese sido suficiente para haber obtenido alguno de los títulos de maestro de la FIDE, pero cuyo equilibrio personal resultó ser demasiado frágil para poder competir al nivel que su talento requería e incluso para poder acoplarse al discurrir de la vida.

         Por desgracia el rastro de este tipo de jugadores es leve, difícil de seguir, lo que sitúa diversos obstáculos en el intento de recordarles. El rastro de Adolfo del Pozo es difuso y ya estaba borrándose del camino cuando nos pusimos a la tarea de buscarlo, aunque todavía no había desaparecido del todo. No es mucho lo que ha quedado registrado sobre su trayectoria ajedrecística (esto es extensible al ajedrez madrileño de aquella época), aunque casi todos los testimonios de los que le conocieron coinciden: tenía un gran talento para jugar al ajedrez, talento que se quebraba a la par que el propio Adolfo se crispaba, siempre a merced de su vulnerable equilibrio emocional, aspecto que le persiguió durante toda su vida.

         Y es que algo no terminaba de marchar bien. En ocasiones Adolfo del Pozo no se sentía cómodo en la vida, como si estuviera fuera de sitio pero obligado a encajar, lo que le irritaba en sobremanera. En primera instancia no ofrecía esa impresión, era un hombre culto, de conversación amena que levantaba simpatías en los demás, pero algo en su mente podía saltar como un resorte de forma inesperada y sus comportamientos se podían volver extraños o inadecuados, como si fuese incapaz de medir las consecuencias de sus actos o de sus palabras. Adolfo luchó contra sus demonios durante gran parte de su vida, lo hizo en su vida cotidiana, en la que desgraciadamente tuvo algunos comportamientos cuestionables, y lo hizo dentro de un tablero de ajedrez, donde no encontró la estabilidad que su buen juego demandaba, aspecto que lastró sus resultados continuamente mostrando una fragilidad que le hacía descender a un oscuro pozo ante cualquier contratiempo que apareciese ante él.

Una vía de escape: el ajedrez

          Como pasó con muchos aficionados madrileños, Adolfo del Pozo se adentró en el mundo del ajedrez en los Billares de Callao, que estaban situados en el sótano del Cine de Callao, el cine más antiguo de Gran Vía que abrió sus puertas en 1928. La sala era espaciosa, luminosa, y contaba con 32 billares, su propio bar e incluso disponía de otra sala con gradas para poder seguir las competiciones. En esta peculiar atmósfera también tuvieron cabida los aficionados al ajedrez, que podían jugar unas partidas en mesas situadas en las esquinas y rincones de la sala, aunque allí realmente eran unos extraños entre los jugadores de billar. Los aficionados noveles, como el propio Adolfo, podían observar las partidas de los jugadores expertos e ir aprendiendo poco a poco, ya que normalmente eran éstos los que tenían acceso a las codiciadas mesas. En este particular ambiente nació la afición al ajedrez de no pocos jugadores madrileños.

Sala de billar del Cine de Callao

          Sin embargo, por el momento el ajedrez era sólo un pasatiempo para Del Pozo, ya que no se dedicó a él de forma seria hasta que se encontró inmerso en el servicio militar, época en la que dispuso de mucho tiempo libre que dedicó a estudiar varios libros de ajedrez (como Fundamentos del ajedrez de Capablanca y el Tratado General de ajedrez de Grau, entre otros). Y ese trabajo de base dio sus frutos, al regresar a Madrid comenzó a ganar a todo tipo de rivales y varios clubes se fijaron en él, tratando de reclutarle para sus filas. De hecho su talento era tan evidente, que le ofrecieron unos honorarios por cada partida que disputase en la Liga Castellana, algo que ocurría con muy pocos jugadores en aquella época. Fueron sus mejores años (finales de los 60), en los que llegaron sus primeras participaciones en la final del campeonato de Castilla. Su debut en la prueba más relevante del ajedrez madrileño, a la que había llegado tras vencer en su semifinal (un suizo de 16 jugadores con dos plazas en juego), fue muy positivo: poco intimidado, logró desplegar toda su capacidad lo que le permitió optar a la segunda posición, que daba plaza para el campeonato de España, pero dos inesperadas derrotas ante Gutiérrez y Fernández Avendaño (antepenúltimo y último clasificado) le relegaron a la séptima plaza: Campeonato de Castilla 1969. Además, durante el campeonato jugó una de las partidas más brillantes del mismo, una lucha rematada con un bonito sacrificio de dama que consiguió que aficionados y participantes se arremolinaran alrededor del tablero para ver el desenlace de la combinación. El sacrificio fue analizado meticulosamente una vez que Jimeno inclinó su rey, encontrando que no tenía fisuras:

          En 1968 jugaba en las filas del Real Madrid CF, lo que le permitió disputar su primera final del Campeonato de España de clubes. Dicho campeonato fue dominado por el Schweppes madrileño, que lograba su primer título y comenzaba un reinado que se prolongaría durante 8 años en los que consiguió 7 títulos. El Real Madrid tuvo un desempeño discreto finalizando en 10º lugar de 12 clubes participantes y Del Pozo tuvo una actuación normal en esas circunstancias (jugando en el segundo tablero): 4 puntos en 10 partidas, logrando una bonita victoria ante Pedro Puig Pulido, uno de los jugadores más fuertes de España por aquel entonces (había sido subcampeón nacional y contaba con varias actuaciones destacadas más en el campeonato de España). Toda la información del campeonato está recogida en: Campeonato de España por equipos 1968. Las dos victorias de Del Pozo en el campeonato fueron las siguientes:

         El Real Madrid estaba en plena crisis, sus tiempos dorados habían pasado e incluso descendieron a segunda categoría en la Liga Castellana ese mismo año. Por este motivo, Del Pozo decidió cambiar de club y recaló en el todopoderoso Schweppes, cuyos directivos habían decidido dar un salto definitivo de calidad fichando a varios jugadores de gran nivel que se unieron a los Torán, Visier y Franco: el propio Del Pozo, Díez del Corral, Ricardo Calvo, Ángel Jimeno, Fernández Pulgar, Decoroso Crespo o Abelardo Pérez engrosaron las filas del club de la tónica. Con estos mimbres, lograron el triunfo en la Liga Castellana sin demasiados contratiempos (Liga Castellana 1968-69) y renovaron el título nacional (equipo del que no formó parte Del Pozo).

         Las iniciativas relacionadas con el ajedrez en Madrid no eran muchas, tal vez las más destacables fueron los encuentros disputados durante las fiestas de San Isidro, en los que una selección de Madrid se enfrentaba a algún combinado llegado desde una ciudad europea. Por Madrid pasaron equipos de Berlín, Roma, París, Lisboa, Bruselas... pueden consultarlos en: Encuentros entre ciudades. Coincidiendo con el momento álgido de su carrera, Del Pozo fue seleccionado para enfrentarse a Bruselas en 1969, aunque su desempeño no fue demasiado brillante: Madrid vs Bruselas 1969.

         En 1969 participó en uno de los pocos torneos que disputó fuera de Madrid: el open de Berga. Varios jugadores madrileños (López Navarro, Deyk y Ángel Sotillo) decidieron desplazarse hasta la localidad barcelonesa, el viaje bien merecía la pena ya que este torneo abierto tenía una justa fama ganada gracias a la calidad en la organización de ediciones anteriores. Del Pozo comenzó el torneo con fuerza, situándose en la parte alta de la clasificación con 3,5 puntos en 5 partidas... derrota incluida ante Juan Manuel Bellón en la que Del Pozo aseguraba haber estado mejor. Sin embargo, estas buenas sensaciones dieron paso a una caída vertiginosa: perdió el resto de partidas y se hundió en la clasificación. Desgraciadamente, esto no fue un hecho aislado y fue un rasgo común en muchos de sus torneos, que seguían el mismo guión: un gran comienzo, esperanzador, hasta que en un momento dado todo se venía abajo y encadenaba un mal resultado tras otro, estropeando actuaciones que siempre daban la sensación de poder haber sido mejores de lo que fueron. Ricardo Lamarca dejó constancia de esto en su crónica del torneo: "... Se esperaba más sobre todo del ex campeón de Castilla -que necesita reivindicar su bagaje de teoría- y de Adolfo del Pozo, éste que empezó bien después se vino abajo. Es de esperar que su juego y espíritu se sosieguen, ya que clase tiene como se viene demostrando por sus triunfos sobre jugadores que han representado a España". Lamarca se refiere al score positivo que Del Pozo mantenía con muchos jugadores madrileños en sus enfrentamientos, tales como Esteban Gete, Jaime Sicilia, Fermín López Navarro, Martínez Lizárraga, Javier Echeverría, Joaquín Castellón o Fernández Pulgar... sólo tuvo score negativo con Díez del Corral y Torán. Pueden ver la clasificación del torneo de Berga en el siguiente enlace: Open de Berga 1969.

Vista del pueblo de Berga

Postal enviada por Del Pozo a un amigo en la que le muestra su victoria sobre Ridameya

         La experiencia en el Schweppes no fue demasiado larga y en 1970 recaló en el club Aviaco. Sin embargo, la trayectoria de Del Pozo se cortaría poco después con su incorporación al mundo laboral en la empresa Tabacalera, lo cual le llevó lejos de Madrid. Su primer destino fue Barcelona, donde llegó a formar parte del club UGA, cuya sede estaba muy cerca de su casa. Su estancia en Barcelona duró apenas unos meses, pero en ese tiempo Del Pozo debió de dejar muestras de su clase ante el tablero ya que el club SEAT se puso en contacto con él para ofrecerle un contrato en el que le pagarían 300 ptas por partida. Sin embargo, nunca llegó a aceptar esa propuesta ya que fue destinado a Palma de Mallorca.

         Después vendrían otros destinos que le mantuvieron alejado del ajedrez de competición hasta que pudo regresar a Madrid años después. Tras su vuelta a la capital se pierde su rastro, parece que siguió jugando durante la década de los 70, pero nada ha quedado registrado de sus actuaciones. Aun así, todavía quedó tiempo para un último destello más de un jugador que no brilló como debería: a finales de los 70 (no hemos podido concretar la fecha, incluso pudo ser en 1980 ó 1981) Del Pozo logró el triunfo en un torneo organizado por la Asociación de amigos de la URSS, cuyo premio, un viaje a Moscú con todos los gastos pagados, supongo que fue muy codiciado. Esta asociación había sido creada en febrero de 1933 por varios intelectuales, como Jacinto Benavente, Pío Baroja, García Lorca, Valle-Inclán o Manuel Machado, entre otros, y su propósito era el de hacer de plataforma para el conocimiento y el contacto entre España y la URSS. La asociación trabajó en pro del ajedrez e incluso invitó Madrid a destacadas figuras del ajedrez soviético, como Lev Polugavesky (precisamente fue invitado a este torneo y felicitó a Del Pozo por su victoria) o Georgadze. Finalmente Del Pozo renunció al viaje y optó por una compensación económica de 25.000 ptas, que supongo que fue un montante más bajo que el precio del viaje. La entrega de premios tuvo lugar un 25 de abril (siento no haber encontrado el año) y en ella se pronunciaron varios discursos cercanos a la URSS que provocaron que Jaime Sicilia, médico y militar, abandonase la sala antes de tiempo. Además Lev Polugaevsky dio una sesión de simultáneas que hizo las delicias de los aficionados y se contó con la presencia del embajador soviético Yuri Dubinin, lo que demuestra la importancia que tuvo el torneo. Ese día no pocos jugadores y aficionados madrileños probaron el vodka por primera vez.

Lev Polugaevsky

         Y ese fue el último vestigio del talento ajedrecístico de Adolfo del Pozo, un talento malogrado que nunca llegó a concretarse. Durante los años siguientes los demonios de Adolfo del Pozo permanecieron a su lado, manteniendo una lucha feroz contra ellos, los cuales le fueron empujando, metro a metro, lejos de los tableros, lejos de la vida.

Javier Cordero Fernández

(27 de enero 2023)

 

 

Un puzzle al que le faltan piezas

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